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Vida con Alzheimer

by Waleska Sallaberry

Carta publicada en 2016

Mi abuela paterna, mamá Bebé, tuvo Alzheimer. Ella siempre fue bien sociable y cariñosa. Recuerdo cuando la visitaba, nos recibía efusivamente y usualmente no era hasta luego de pasado un buen rato que caía en cuenta que ella no tenía idea de quienes éramos.
Mi mamá cumple setenta años este mes. Una mujer súper independiente, luchadora y dedicada. Se divorció cuando yo tenía apenas cuatro años y nunca se volvió a casar o tan si quiera tener un novio, a pesar de nuestra insistencia. Para ella lo más importante era echarnos pa’lante, cuidar a sus padres, servir en la iglesia y ser una buena ciudadana.

Hace unos diez años se le empezaron a olvidar las cosas. Vivía con mi abuela que a sus 93 años tenía la mente más clara que un niño. Con su partida empeoró la condición. Dicen que los golpes emocionales son gatillo para acelerar la condición.
Me dediqué a buscar información para entender la condición y cómo poder ayudarla ya que me negaba a creer que el Alzheimer fuera irreversible y, como saben, no creo en los fármacos. Leí sobre las causas y todo me hacía sentido: estrés, falta de sueño, alimentación alta en carbohidratos y azúcar, etc.

Por los pasados cuatro años estuvo viviendo entre mi casa y la de mi hermana, lo cual no es tarea fácil cuando se tienen negocios, maridos y niños deportistas que te tienen del tingo al tango. Para nosotros ponerla en un asilo, que era lo que nos recomendaba todo el mundo, no era una opción. Ante los ojos de mi mamá, solo la gente que no ama a sus padres los pone en un “home”. En nuestros corazones sabíamos que eso no era verdad pero por nada en el mundo queríamos herir sus sentimientos. Ambas apostábamos la vida que lo que ella necesitaba era socializar, volver a tener una razón de ser. Tratamos de llevarla a centros diurnos pero de ninguna manera se quedaba. Sabíamos que tantas horas sola, pensando y sin hacer nada, solo empeorarían su condición y así fue.

La situación se ponía más difícil cada vez. Entonces unas amistades intervinieron y nos llevaron a capítulo. Era cierto, no era justo para ella, para ninguna de nosotras y mucho menos para nuestros maridos (que la adoran) y nuestros hijos.
Así llegó a nuestras vidas un lugar de vivienda asistida en San Juan, que ha sido una bendición para todos. En solo dos meses mi mamá es otra. De quererla poner con pacientes más avanzados por su estado depresivo y su desarrollo cognitivo, hoy día mi mamá es el alma de la fiesta, esta súper activa y siempre esta contenta. Tan así que nos encontramos planificando su fiesta de los 70 con un viaje a su pueblo natal con sus nuevas y viejas amistades.

No se tú, pero a mí me resbala la mente de vez en cuando así que, con historial de Alzheimer que tengo por ambos lados y sabiendo que el estilo de vida es crucial en el desarrollo de esta enfermedad, ando educándome sobre el temita. Es mi responsabilidad por mí, por mi esposo y mis hijos tomar las medidas necesarias para mantener mi cerebrito saludable por el resto de mis días.

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