Ya hace bastante tiempo que se viene hablando del cambio climático y de la amenaza que nos hemos convertido para la supervivencia del planeta. Se educa por doquier, mas sin embargo cuando sales a la calle, especialmente en nuestra bella islita, te encuentras con la triste realidad de que nuestra isla esta dejando de ser la isla del encanto para convertirse en la isla del espanto.
Si me lees hace tiempo ya sabes que vengo con una de esas descargas. Soy una fiel amante de la naturaleza. Me encantan los árboles. Soy de esas que anda por la calle y, no importa con quien y donde ande, si un árbol me llama, voy y lo abrazo. Disfruto de su energía sanadora. Al abrazarlos puedo percibir la energía maravillosa de la Madre Tierra que fluye a través de sus raíces. También siento como clama por nuestra compasión y misericordia. Me duele ver como la mayoría de las personas no sienten nada de admiración ni respeto hacia ella. No solo despilfarran los recursos naturales pero la tratan como un vertedero…todo lo que no sea dentro de su hogar es considerado un vertedero comunal.
Me parece inverosímil cómo en una generación tan avanzada tecnológicamente, a través de la cual circula tanta información sobre el calentamiento global, haya tanta gente cometiendo atrocidades contra el planeta. Quizás por eso mismo. Están tan conectados a los aparatos electrónicos, tanto los adultos como los niños, que han perdido esa conexión con la Creación.
El síndrome de déficit de naturaleza sigue en ascenso. Cada vez son menos los niños (y adultos) que sacan el tiempo para estar en exteriores disfrutando de los regalos que la Madre Tierra nos da. Y, ¿cómo pretender que los valoren y respeten si no tienen el mínimo contacto con ella? Para muchos padres es más fácil tener a los hijos encerrados jugando con sus video juegos o celulares (quemándose las neuronas con las ondas electromagnéticas) que sacar el tiempo para irse a velarlos en lo que juegan afuera. ¿Que tal leer un libro o simplemente acostarte sobre la grama a mirar las formas que crean las nubes o contar estrellas mientras los más chicos juegan a esconder, correr bicicleta o patineta por el vecindario? No, no hay tiempo. Hay tiempo para todo menos para las cosas simples de la vida. Por eso estamos donde estamos.
El otro día encontré una foto que me partió el corazón. En tiempo atrás había visto una promo, creo que de Surfrider Foundation o una de esas organizaciones en pro del ambiente, donde mostraba a un chico surfeando en medio de basura. En aquel momento pensé que era tremenda campaña de concienciación que me pareció genial. Pero no tan genial cuando vi esta foto tomada en Tailandia donde un chico literalmente surfeaba entre basura. Aquí la comparto con ustedes…triste, muy triste. No soy de las que me gusta usar mi espacio para entristecer a mis lectores o ser portadora de malas noticias pero sobre este tema hay que hablar sin pelos en la lengua porque al final es por el bienestar de todos. Necesitamos continuar trabajando en ese despertar de conciencia para que nuestros nietos y futuras generaciones puedan disfrutar de las maravillas que nos ofrece la Madre Tierra.